sábado, 10 de mayo de 2008

10 de mayo de 2008, un día con grandes destellos del amor de Dios.



Hoy el Señor me concedió experimentar la gracia de su amor de tres formas muy especiales, totalmente diferentes pero gratamente enriquecedoras. Me encontré con el Padre maternal, con el Señor que es esposo, y con el Espíritu purificador.

Mi Dios se mostró ante mi en el abrazo de mi Madre, ejemplo vivo de que Dios me ama, me cuida, me procura, me mima, me corrige, me cura las heridas, me ayuda a levantarme, la que es mi madre, es mi amiga, mi protectora, es tantas cosas a la vez. Este día en que los mexicanos celebramos a nuestras madres, Dios me muestra que siendo él, el ABBA, el Padre, es un Padre que nos ama con la fuerza que ama solo una Madre.

Hoy el Señor me invitó una vez más a servirle en el santo lugar en que recordamos y vivimos el majestuoso sacrificio de amor realizado por cada uno de nosotros, por ti y por mí, y no le importó que ausente muchas veces de una relación cercana con él, de prostituirme una y otra vez como lo hacia la esposa de Oseas, me acercara a Él con mis fatigas y sufrimientos. Ahí mismo, a sus pies me volvió a invitar a seguirlo, a darle mi vida, lavarme con su sangre preciosa, y a levantarme revestido con el amor de su Espíritu, que limpió la impureza de mis vestiduras haciéndolas blancas una vez más.

El amor de Dios se me reveló en la sangre de aquellos que lo aman y deciden seguirlo y dar su vida a aquel en el que tienen sentido todas las cosas. Gracias Señor, por el abrazo de amor y de paz que experimenté en cada uno de los que tu has llamado para que estuvieran contigo, gracias por aquellos pastores que conducen a este tu rebaño, tu cuerpo, tu pueblo santo.

Misericordia es el Señor, amor pleno que perdona y sana, y nos vuelve a mostrar la luz que se introduce hasta lo más oscuro de nuestro ser. En mi oscuridad una vez más se enciende la llama del amor del Señor, que hace arrojarme una vez más a los pies del resucitado.

En las vísperas de la manifestación del Santo Espíritu, mi corazón se llena de gozo, al sentirme hijo del Padre, amante del hijo y servidor y profeta del Espíritu.

“Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor, tú que con la diversidad de lenguas congregaste todos los pueblos en la confesión de una misma fe. Aleluya.” LH.

lunes, 5 de mayo de 2008

Silencio

Señor, hay mucho ruido a mi alrededor,
Me adentro en lo más profundo de mi corazón
Y no dejo de experimentar el escándalo de mi vida.
Necesito acallar toda voz de mi pasado
Y percibir tu voz de amor.

Que todo a mi alrededor, se silencie,
No quiero más que escucharlo a Él
Decirle en la ofrenda de mi corazón y en la ausencia de mi voz
Que lo Amo, y expresarlo con mi vida y oración.

Aquí Señor, te quiero tocar, te quiero ver, te quiero escuchar
Susurra una y otra vez más que me amas.
Dilo bajito Señor, como solo tu sabes hacerlo
Te amor, te amo, te amor, Señor.

Mantenme Señor en la palma de tu mano,
En tu pecho hazme descansar
Instrúyeme Señor, y seré santo
Que guarda tu palabra, por que escucha tu voz.

¿Qué es el Silencio?


¿Quién va buscando adentrarse en el silencio? ¿Quién guarda su lengua de aquello que es ocioso al mundo y al él mismo?, ¿Quién se detienen a explorar en su interior la voz de la verdad?, ¿Cuántos temen en verdad encontrarse a solas y en silencio? ¿Qué es el silencio?

El silencio es símbolo del mundo que viene, ambiente de contemplación y de abandono en aquel que lo es todo y lo da todo.

Es atenta escucha a la palabra emitida por el maestro, y acción correspondida de aquel que es discípulo.

Es combustible que alimenta el fuego del amor entre los dos amados, que se saben uno, a pesar de que las palabras no estén presentes.

Es calido abrazo entre el Padre y su hijo amado, lazo de unidad entre el uno y el otro, muestra del conocimiento de pensamientos y sentimientos del primero para con el segundo, pues le sabe a la perfección.

El silencio no es la ausencia de sonido, sino más bien, presencia de la verdad y aceptación de la invitación que dice “Escucha Israel…” e “Inclina el oído de tu corazón…”

El silencio es una gracia, es un don, por lo cual hay que implorar al Santo Espíritu para que conceda en todos y cada uno de nosotros la posibilidad de amar y buscar en medio del silencio, al que es todo Amor.

La Ascención del Señor (Himno)

“No, yo no dejo la tierra.
No, yo no olvido a los hombres.
Aquí, yo he dejado la guerra;
Arriba, están vuestros nombres.”

¿Qué hacéis mirando el cielos,
Varones, sin alegría?
Lo que ahora parece un vuelo
Ya es vuelta y cercanía.

El gozo es mi testigo.
La paz, mi presencia viva,
Que al irme, se va conmigo
La cautividad cautiva.

El cielo ha comenzado.
Vosotros sois mi cosecha.
El Padre ya os ha sentado
Conmigo, a su derecha.

Partid frente a la aurora.
Salvad a todo el que crea.
Vosotros marcáis mi hora.
Comienza vuestra tarea. Amén.