
Hoy el Señor me concedió experimentar la gracia de su amor de tres formas muy especiales, totalmente diferentes pero gratamente enriquecedoras. Me encontré con el Padre maternal, con el Señor que es esposo, y con el Espíritu purificador.
Mi Dios se mostró ante mi en el abrazo de mi Madre, ejemplo vivo de que Dios me ama, me cuida, me procura, me mima, me corrige, me cura las heridas, me ayuda a levantarme, la que es mi madre, es mi amiga, mi protectora, es tantas cosas a la vez. Este día en que los mexicanos celebramos a nuestras madres, Dios me muestra que siendo él, el ABBA, el Padre, es un Padre que nos ama con la fuerza que ama solo una Madre.
Hoy el Señor me invitó una vez más a servirle en el santo lugar en que recordamos y vivimos el majestuoso sacrificio de amor realizado por cada uno de nosotros, por ti y por mí, y no le importó que ausente muchas veces de una relación cercana con él, de prostituirme una y otra vez como lo hacia la esposa de Oseas, me acercara a Él con mis fatigas y sufrimientos. Ahí mismo, a sus pies me volvió a invitar a seguirlo, a darle mi vida, lavarme con su sangre preciosa, y a levantarme revestido con el amor de su Espíritu, que limpió la impureza de mis vestiduras haciéndolas blancas una vez más.
El amor de Dios se me reveló en la sangre de aquellos que lo aman y deciden seguirlo y dar su vida a aquel en el que tienen sentido todas las cosas. Gracias Señor, por el abrazo de amor y de paz que experimenté en cada uno de los que tu has llamado para que estuvieran contigo, gracias por aquellos pastores que conducen a este tu rebaño, tu cuerpo, tu pueblo santo.
Misericordia es el Señor, amor pleno que perdona y sana, y nos vuelve a mostrar la luz que se introduce hasta lo más oscuro de nuestro ser. En mi oscuridad una vez más se enciende la llama del amor del Señor, que hace arrojarme una vez más a los pies del resucitado.
En las vísperas de la manifestación del Santo Espíritu, mi corazón se llena de gozo, al sentirme hijo del Padre, amante del hijo y servidor y profeta del Espíritu.
“Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor, tú que con la diversidad de lenguas congregaste todos los pueblos en la confesión de una misma fe. Aleluya.” LH.